Noche 1
Josesita es hábil con las tijeras, es la mejor en su trabajo en la sección acabados de una fábrica de camisas. Corta los hilos que quedan de más en las prendas, las plancha y finalmente las guarda en fundas transparentes con el logo de la fábrica. Cuando ella está en casa corta los bigotes y los pelos de la naríz de Pepe Lucho. En esos momentos él cierra los ojos y relaja cada músculo de su cuerpo, su boca se abre y hay veces en las que deja resbalar un hilo de baba que acaba en la camisa a cuadros. En esos momentos Pepe Lucho es capaz de decir sí a casi todo.
Más de una vez Josesita ha aprovechado de este estado cataléptico para pedir a Pepe Lucho cosas que serían seguramente repelidas, ignoradas en circunstancias normales.
Pepito, mi rey, mi amor, quiero que me plantes un hijo, un hijo con los pies de roble la cabeza de pino y el aliento de eucalipto, los ojos de capulí. Las manos de orquídea. Se tiene que llamar Joseso, lo criarás tu y recogerás sus frutos cuando sea tiempo. Tu trabajo será hacer crecer a nuestro hijo.
Josesa se quedó con la tijera en la mano mientras su esposo, sin pronunciar palabra, se deslizó como anguila hasta meterse en el cajón de costura. Ella suspira y se jura que lo volverá a intentar en el siguiente corte de bigote y pelos de la naríz.
Josesa se quita la ropa, abre el cajón de costura y se arrejunta a Pepe. Pepito, mi rey ¿estás bravo? Pregunta ella con tono bajo y él parpadea mirando en silencio el tumbado de cartón.
Noche 2
Si me plantas el niño un día le podré contar de dónde vienes y de dónde vengo, le podré contar de aquella tarde en la que no tenía por qué haberme sentado en el banco del parque, no sé por qué lo hice. Sentarme a esperar algo. Pasaste delante y pisaste una caca de perro, yo reí, tú no, al inicio, después me miraste, reíste y aquí estamos, felíces en el cajón de costura.
Ella saca la mano del cajón, apaga la radio y la luz y le pide a Pepe que le ponga un niño en el centro mismo de la vida.