Imitación vallejiana 1
Lo oí, lo oyeron, lo oímos quejarse. Fue un lamento horripilativo que se coló muy presto en nuestros oídos. Y lo vi, lo vieron, lo vimos caer.
Me acerqué, se acercaron, nos acercamos. Estaba pocho y se convulsionaba. Alguien le metió un trapo en su bocaza. Diez, veinte, cien, mil, más de mil éramos
los mirones que a él lo rodeábamos. Irradió frío, después calor y sudó. Cohabitamos su ataque y penamos.
Dejó de convulsionarse y nos miró. Se levantó jovial y nos saludó. Nos alegramos, se fue y nos fuimos. |
Imitación vallejiana 2
Lo mataron a pleno calor del día, a pleno calor del día de Santa Ana. Le hundieron un puñal en la espalda y cayó al suelo sin vida, sin vida,
y ni un solo ay gritó, ni uno, ni uno. ¡Y nadie miró quién le enterró el puñal! Su rostro de muerto era muy singular, un rostro como todos y ninguno.
Llegó la policía de lo criminal. Lo examinó, fotografió y preguntó. Nadie le respondió, todos callaron.
Se molestó y se llevó a la víctima. La muchedumbre del mercado volvió a su tarea y la rutina prosiguió.
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Poeta y prosista de Guanacaste, provincia de Costa Rica (1971-2010).