Mi oído no recuerda el sonido de tus pasos.
Mi piel ha olvidado
el tacto de tus manos.
Mi cuerpo borra a veces
– por rencor –
las huellas de tu sexo.
Pero el viento vigoroso
retoma la destreza misteriosa de tus manos
y construye para mí
una casa de escombros y esperanzas,
amenaza de rincones umbrosos para amar,
chiflones de besos
colándose
como nubes de moscas por la puerta mal cerrada.
A pesar de mí misma
reconozco en las olas el ritmo secreto de tu sexo.
A pesar de mi olvido
reconozco en el mar el asedio insistente de tu amor.
El sol de media tarde
el sudoroso y duro sol de media tarde
me extravía en este laberinto
de palabras.
El río rumorea tu terco amor que me persigue
inventando remansos y corrientes peligrosas
manglares y cangrejos ermitaños
una extraña vegetación de conchas
y anémonas de mar,
arenas calientes y fango en las orillas.
El duro sol de media tarde.
Los cangrejos, el mar, las corrientes peligrosas.
Los insectos picándome la espalda
y el verano zumbando en los oídos.
Hasta que dejo de huir, amor, de tu terco amor
que me persigue.
* Escritora nicaragüense, autora, entre otros libros, de El Viento Armado.