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Poemas Berlinesas

Miguel Barnet | | Artikel drucken
Lesedauer: 7 Minuten

Para Gerda y Carlos Rincón

Un hombre se exstasía
ante un escaparate repleto de bisutería
¿Por qué en su éxtasis hay tanto remordimiento?
Ha llegado a pensar que está más loco que una cabra
En la fuente de Kurfürstendamm
las muchachas se pintan el pelo de colores popsicle
El paso de las bicicletas y los perritos de raza
le aturden bajo este cielo gris
en que nadie mira a nadie
Kurfürstendamm es una calle alegre, sin dudas,
pero una calle alegre no sirve absolutamente para nada.

Amanece en Berlín.
Compro mi pan negro y mis manzanas.
Espero a que pongan al hombrecito verde del semáforo.
Avanzo hacia una modernísima discoteca.
Aquí no hay pero que valga.
Como nadie habla inglés opto por seguir mi camino.
I am sorry, Lenon, es que no me han puesto buena cara.
Agarro el autobús 29 E con todas mis huellas digitales.
La belleza de esta ciudad se disemina en los árboles.
A esta hora del día sólo unas viejitas de pelo azul,
westfalianas, se cruzan conmigo en las paradas.
A decir verdad, no sé a dónde dirigirme con mi pan y mis manzanas.
Así es aquí en Berlín, donde la belleza se disemina
en los árboles, y las viejitas westfalianas van todas
hacia un mismo lugar, hacia una hora exacta.

Busqué al oso Panda en vano.
El oso Panda se ocultó en una roca.
El oso, ya sé, no huele a rosas,
pero yo quise, conocerlo en su casa
de piedras del Zoo
Terminé por imaginármelo junto a otros osos
que también intentaban ocultarse
Así me ha ocurrido algunas veces
en otras ciudades con especies
que no viven precisamente en los zoológicos
Berlín tiene eso: spiegel, le llaman en alemán,
es decir, espejo, el espejo en que aparecen
los grumos del alma

Los extranjeros rodean la fuente
de la Iglesia Mayor
Admiran el amor de los alemanes
por sus perros vestidos
Un turco ofrece manillas de cobre
y una peruana toca la armónica
con su ruana tejida en los Andes
Los extranjeros se bajan de los ómnibus
de dos pisos con bolsas plásticas
y mapas de bolsillo
Los extranjeros comen franfürtes junto a la fuente
Los extranjeros, bien, ¿y quién aquí no es un extranjero,
en esta ciudad de lagos contaminados
y relojes en hora?
Tal vez alguien piense
que soy un alemán más en esta abigarrada multitud,
como no vendo pulseras de cobre,
ni me cae el pelo negro y lacio sobre la cintura,
ni como en los Burger’s King, ni me extasío
ante la Iglesia bombardeada, no compro el Herald Tribune
o Le Monde Diplomatique
Aquí en Berlín no me quiero enterar de nada.
Voy sólo al Zoológico a verle la cara a los hipopótamos,
a darle de comer a la foca Sabina
No obstante un eco brumoso se aposenta en mi corazón
y mi país, ese jardín de pólvora, se me sale por los ojos

Mi nostalgia no se consuela
en el mercado turco de Maybachufer
Esa recuperación sólo es posible en la escritura
Las palabras adquieren presencia, ojos, voces, latidos
y la mirada de Jano hacia la Isla
He convertido a Berlín en un laboratorio
en un cuarto oscuro donde se revelan con gran nitidez
los negativos de una iconografía personal
Ahora sí que he hecho el gran papelazo
La walkiria de ojos azules me ha descubierto
frente a su boutique de sedas japonesas
cantando un bolero de Agustín Lara
Me ha dicho algo en su lengua de barriles oxidados
Me ha clavado sus hirientes ojos azules
con las manos metidas en los bolsillos
Y yo he echado a correr hacia la plaza Savigny;
el gato sin jaula, el prehistórico.

En este apartamento no hay cucarachas
ni hormigas, sino unos bichitos verdes
que al caer sobre la mesa del comedor
mueren de algo que no se conoce
Aquí sólo llega el chasquido de las hojas de otoño
y un friecillo feliz que viene sin lluvias torrenciales.
No necesito veneno para las cucarachas
ni paraguas para las lluvias
No necesito nada. Lo tengo todo a la mano: el pan negro,
el queso, el autobús en la esquina, el teléfono
para llamar a las cuatro esquinas del mundo
No necesito nada. Pero a veces quisiera barrer
un poco de polvo en los rincones
y aplastar una que otra cucaracha,o simplemente recibir una postal que venga de lejos,
de un amigo olvidado que quiere noticias mías,
una postal de Lima, por ejemplo, en el buzón de este
edificio
donde todos los días aparece el anuncio de un
Supermercado
con su lista de precios rebajados y la cuenta de una
tintorería
que no fue pagada por Demir Oslü, el ocupante
anterior
de la vivienda
Una cucaracha, una postal y un poco de polvo en los
rincones
Lo demás lo pongo yo, queda de mi parte.
Busco sin comprender qué busco.
Sólo lo eterno escapa de mí,
queda el instante en el cual, absorto,
me sumerjo entre la manada brutal
de gentes con sombrillas de colores fluorescentes
Voy a comprar una tijera
Alcanzo la escalera rodante
Me distraigo ante unas calcomanías
Todo en liquidación en Wertheim
Ahora sé que busco una tijera
Siento latir el rumor de la calle;
un escape de gas, la ambulancia silbante, el cruce
del tren sobre los elevados
Me vuelvo a perder en este almacén de enigmáticas
señales
Tropiezo con un muñeco de peluche
,,E1 cuarto piso es el departamento
de enseres domésticos, señor“, ,,Danke“.
Me vuelvo a distraer ante unas calcomanías
hechas en Norteamérica
Soy incapaz de atrapar al monstruo
Tropiezo ahora con una jaula vacía
El cuarto piso está repleto de artículos de cocina
Compro un gran colador plástico
Y desciendo hacia el instante anterior
Me vuelvo a sumergir en la manada fluorescente
Dije que iba en busca de una tijera
y salí con un colador
Salvo que un colador pueda hacer las veces
de una tijera.
En Berlín es inútil ingeniarse una coartada.

Aquí mi voz es el silencio

El perdido soy yo
No busquen a otro en estas calles
Aunque me sepa de memoria el mapa de Berlín,
sus códigos inalterables, el perdido soy yo.
Pero esta vez ni la policía dará conmigo
Me mirarán a la cara, me registrarán los bolsillos
y encontrarán todo en regla
Entonces dirán que fue un error, me presentarán disculpas,
y me dejarán ir
No me encontrarán en ningún rincón de la ciudad
Ni siquiera en la Biblioteca Pública
Te daré por la vena del gusto Virgilio Pinera
Habré protagonizado entonces una broma colosal

Los días se repiten demasiado
La gente es la misma
Ya es hora de que los japoneses inventen
un software con un programa
que hable desde Saturno
Ni el amor, ni el desamor, ni la dicha,
ni la desdicha, ni la esperanza, ni la desesperanza,
ni el sueño, ni la vigilia,
ni el día, ni la noche, volverán a ser lo mismo para mí,
después de estas temporadas glaciares de Berlín

Hoy podría ser el día de mi cumpleaños
pero no lo es
Alguien me ha traído unas rosas,
es una costumbre alemana, llegar con vino o rosas.
Como saben que soy abstemio me regalaron las rosas
que he colocado en un vaso de cristal
tomado del estante de la cocina
Porque escribo esto, por las rosas
y porque hoy no es el día de mi cumpleaños
me siento feliz de haber nacido

Obligado a cantar,
le canto a ustedes, palomas grises de Berlín,
engordadas por los turistas,
palomitas platónicas que no compran en Wertheim
ni entran en los MacDonalds,
aves soberanas, sin primera comunión ni partido.

Me acerco a la florista de Fasanstrasse
Le compro un ramo de flores para Odile
Echo a andar hacia el Centrum
Acaricio algo contra mi pecho
y no son las flores de Odile
Mi razón se disloca
Como un albatros planeo sobre la ciudad
De mi paso por Storkwinkel quedarán estas líneas
que el tiempo borrará
para que vengan otros
y puedan partir de cero

Ni arrepentimiento, ni duda,
estuve, dejé una cuenta de tintorería
sin pagar, di de comer a las ardillas
y eso fue ya un privilegio
Berlín, otoño, 1989

* 1940 en Cuba. Autor de varias novelas-testimonio de gran éxito.

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