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Cinco notas para Osvaldo Soriano

Christian León Mantilla | | Artikel drucken
Lesedauer: 9 Minuten

Osvaldo Soriano nació en Mar de Plata, enero de 1943. En 1973 publicó su primera novela en Buenos Aires, donde residió hasta 1976. espués del golpe de Estado, comandado por Videla, se trasladó a Bélgica, vivió en París hasta 1984, año en el que regresó a la capital argentina. Trabajó en el periódico La Opinión y colaboró con Página 12. Periodista excepcional y narrador de oficio, ha publicado las siguientes novelas: Triste, solitario y final (1973), Cuarteles de invierno (1980), No habrá más penas ni olvido (1983), A sus plantas rendido un león (1988), Una sombra pronto serás (1990), El ojo de la patria (1992), La hora sin sombra (1995). Varias de estas obras han sido llevadas al cine por directores como Héctor Oliveira y Peter Lilienthal.Su trabajo mereció la admiración de Michelangelo Antonioni e ítalo Calbino. Ha recopilado sus notas y ensayos periodísticos en tres libros: Artistas locos y criminales (1984), Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988) y Cuentos de los años felices (1993).

La hiperrealidad de Osvaldo Soriano

En nuestras sociedades, a diferencia de las arcaicas, la lengua esta más desprendida de su objeto, dice Benveniste. La proliferación de metalenguajes desplaza el referente anclado en los objetos y la realidad hacia el lenguaje, el discurso y la representación. Esto es lo que Baudrillard denomina hiperrealidad, la recesión de los simulacros: imágenes, conceptos y discursos ya no provienen de la realidad, sino que la preceden. Los mass media, engranajes claves en este proceso, no son solo productores de realidad sino también los referentes más cercanos de nuestros actos discursivos, incluso de los literarios. Según apunta ítalo Calvino la actividad del escritor ya no se ejerce sobre el mundo, sino sobre la espesa nube de ficciones que rodea al mundo.

Triste, solitario y final (1973) es la primera novela de Osvaldo Soriano. Sus personajes, Stan Laurel y Philip Marlowe, aparecen entre otros motivos y referencias tomadas del cine y la televisión o la cultura de masas. Se alimenta de esa espesa nube de ficciones de la que habla Calvino, al igual que A sus plantas rendido un león o El ojo de la patria. En estas novelas pululan imágenes de los conflictos armados en el África, el espionaje internacional, la ceremonia de entrega del Osear, o simplemente Charles Chapín, Donald o Harrison Ford. Esta serie de imágenes que bien pueden sonar a zapping televisivo, son parte de los ambientes construidos por Soriano. Mundos virtuales urdidos en la red de los mass media, con existencia legítima y universal en un imaginario liberado de geografías, el de nuestra aldea global.. En esta situación, la intertextualidad adquiere un nuevo sentido: el ponderado diálogo entre textos se vuelve plural y vertiginoso. Una distorsión de diversoslenguajes que han perdido ya todo referente real, que hablan sobre sí mismos.

Este fenómeno (expresado en las tres novelas mencionadas que nos cuentan historias sucedidas en Los Angeles, París o en el África) implica que la construcción literaria del espacio no solo se apoya en la descripción y la denotación, sino también en las infinitas connotaciones originadas en el bagaje ecuménico de los media. El contrapunto está planteado en novelas como Cuarteles de invierno y No habrá más penas ni olvido, donde la pequeña población local es dibujada a pulso, con trazos manuales e impermeables.

Más allá del juego con la serie de imágenes apuntadas, el propio Soriano es uno de los personajes principales de Triste, solitario y final. Con ello trata la realidad por fuera de la mass mediación y lo más importante: el encuentro del autor y los personajes realiza la anécdota narrativa. La investigación previa a la escritura de la novela está apoyada por el detective Philip Marlowe y novelada de tal forma que Soriano termina en los entuertos típicos del personaje de Chandler. El potencial maquinador y creativo sale avante demostrando que la literatura puede jugar en todo terreno incluso en la hiperrealidad.

Del placer y el goce

La inclusión de imágenes de los mass media en la narrativa de Soriano responde a una necesidad de acercamiento al público. La referencia a figuras y secuencias del cine o la televisión conocidas masivamente permite la construcción de mundos familiares y atractivos. Los lectores del novelista argentino no necesitan una cultura intelectual o libresca, para entrar en contacto con los referentes del escritor. La competencia del lector es relegada en los feudos del placer. No es extraño entonces, el éxito editorial de novelas como A sus plantas rendido un león o Triste, solitario y final y la ra crítica que han recibido al ser tachadas como bestsellers.

Roland Barthes diferenció con mucho cuidado placer y goce. El texto de placer, propio de las obras de lectura rápida reconforta o consuela, en contraste con el texto de goce. Este último, encuentra la satisfacción en la ardua lucha por la conquista del sentido, transgrede y desacomoda.

La crisis de las vanguardias acorta la distancia entre el arte y la sociedad, y hace imposible que el artista se sitúe por delante del público. A fin de siglo la obra artística ha dejado de ser esa figura espectral que abandona la realidad establecida y nos mira a la distancia, desafiante y crítica. Una vez eliminada las distancias, la guerra, el desafío, actitud propia de las vanguardias -nos lo recuerda Octavio Paz- se vuelve insostenible. Polemos recomienda al lector confrontamiento y sacrificio como la otra cara de la satisfacción, es decir el goce. Soriano, hijo de una cultura más pacífica, seduce al enemigo y recupera para sus lectores el placer, construyendo verdaderos thrillers,historias de acción, contadas con agilidad y humor.

El ingrediente principal: la acción

La acción «E1|É, escribe Soriano en Artistas, locos y criminales, a propósito del explosivo encuentro de Stan Laurel y Oliver Hardy. Sin pretenderlo nos está hablando sobre su propia literatura, signada por un cúmulo de sucesiones y simultaneidades casuales que se enredan y estallan. Al final, luego del éxtasis, todas las posibilidades se han cerrado para los protagonistas, el mundo queda a la deriva y la historia concluye, antes del restablecimiento del orden, en un desenlace apocalíptico.

El encuentro incidental de los personajes que se agrupan y sufren la aventura da inicio a la historia. Los actantes son empujados a una serie de sucesos que los absorbe. En esta situación, solo pueden aceptar el reto. Solo pueden acelerar la caída. Por ello la acción configura los personajes. El vértigo de los acontecimientos vuelve heroicos a hombres comunes, solitarios o sin esperanzas: Andrés Galván, un gastado cantante de tangos; el intendente Ignacio Fuentes; el agente Julio Garre o un cónsul fracasado, discretamente recuperan su dignidad en medio del desorden y la confusión.

Todos los niveles narrativos están subordinados a la acción. El espacio se transforma en fortaleza a tomar o en trinchera a defender gracias a la serie de incidentes que siempre enfrentan a bandos opuestos. Este tópico, herencia de la novela policial, tiene dos componentes: las huestes del poder instituido contra un puñado de rebeldes, con quienes siempre está Soriano. Colonia Vela versus Andrés Galván (o contra Fuentes) nos recuerda la saga de un detective de La Continental en Personville. Y el segundo, el abatimiento, la derrota, personificada en Garre o en el cónsul argentino, a quienes solo les queda la fidelidad a sí mismos, al igual que a Marlowe.

Qué viva el humor

El orden que las cosas tienen en el mundo permite la estructuración del sentido que se les adjudica. Las cosas forman un código, al igual que el lenguaje, que ordena el mundo. Las novelas de Soriano cuentan un momento de fricción o ruptura de ese código. Cuando una cosa cae sobre otra, iniciando una reacción en cadena, todo se acelera y el mundo se hunde.

Es posible entonces, para nosotros lectores, un ejército de orangutanes tomándose el poder, y para Jane Fonda un beso de Osvaldo Soriano. Por ello mientras consumimos las páginas del argentino la risa, como lo dice Eco, es provocada por una contradicción del código cultural. El significado contrasta con las reglas semánticas que compartimos. La acumulación de incidentes permite el encuentro de elementos contradictorios e incompatibles. Objetos, fenómenos y personajes coinciden y se enfrentan en relaciones inesperadas, provocando la risa.

Se establecen nuevas vecindades -en palabras de Bajtin- sobre las ya codificadas, que pasan a formar parte de la verosimilitud de los mundos novelados.

Pero más que la risa, es el humor lo que distingue al novelista, lo cómico deliberado, agudo y fino. Su estilo escueto y preciso, reclama ligereza y agilidad distanciándolo de el exceso y el grotesco, fuentes primarias de la cultura popular de la risa. El humor se eleva contra la seriedad patética y metafísica apoyado en la acción, un suceso sepulta a otro y no hay tiempo de sufrir o meditar. Este recurso se emparenta con el placer y la estética de lo efímero. Una novela es como una tormenta en el océano, pasa y no deja huella dice en su último texto el autor.

Además S. Potter define el humor como algo que provoca un divertimento agradablemente analítico y la capacidad inmediata de experimentar ese divertimento, lo que le va como anillo al dedo a la novela de Soriano.

La novela humorística del siglo XVIII utilizó la parodia y la ironía por vía estilo indirecto (un narrador imita o remeda los léxicos profesionales o el lenguaje propio de los géneros literarios). Soriano, por el contrario, se conforma separando claramente la voz del narrador y los personajes. Prefiere un estilo directo bien definido, en donde la función de la palabra es discreta y la parodia nula. No hay humorismo, a pesar de que todas sus narraciones llevan un especial humor, aquel que hace llevadero el hastío y la nostalgia.

Fin

Osvaldo Soriano, amante de los gatos y de Chandler, del fútbol y del cine cómico, murió el 24 de enero de 1997. Nos quedamos con sus libros y él dulce rumor de un bandoneón gastado.

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