Quien atraviese la ciudad de Lima de un extremo a otro podrá apreciar su inmensa heterogeneidad; es un increíble y sorprendente laberinto en el que coexisten situaciones disímiles y encontradas. La tranquilidad de Carabayllo y la bulliciosa vida de La Victoria. La soledad de Canto Grande, situado a treinta minutos del centro de la ciudad. La agonía entre dunas de Ventanilla y la agitación comercial presente en la vecina y verde Puente Piedra.
El tesón, la creatividad y la constancia de un sector mayoritario de los habitantes de la ciudad de Lima, de un lado; y los vacíos y errores en las políticas y la planificación urbana, de otro, han ido haciendo de nuestra ciudad el inmenso calidoscopio que hoy es y que cualquier línea de microbuses que la cruce podría evidenciar.
Los habitantes han ido cambiando la ciudad y han modificado dramáticamente la dinámica y el aspecto de muchos de los espacios urbanos. Inicialmente lo hicieron en su condición de simples pobladores, al ocupar en múltiples formas terrenos en los sitios más agrestes y alejados del centro histórico de la ciudad; y, en los últimos años, a partir de las actividades empresariales que han tenido que poner en obra ante la inexistencia de fuentes de trabajo adecuadas. Tal cambio evidencia el colapso de una forma de pensar y construir la ciudad, así como la consolidación de un complejo fenómeno de readecuación de los espacios urbanos sobre la base de un proceso de conformación de mercados y centros de comercialización, que aún no ha sido suficientemente estudiado, pero cuya importancia nadie discute en la actualidad.
Quien atraviese la ciudad podrá también apreciar la existencia de centros de comercialización -el Mercado Central, La Parada, la plaza Unión, la avenida Caquetá, la avenida Pachacútec, Surquillo, Santa Anita, Higuereta- que articulan a manera de cordones umbilicales a los distritos de la periferia, poblaciones que son pequeñas ciudades y constituyen auténticas islas entre sí.
Centros de movimiento y bullicio, que crecen invadiendo los alrededores, permitiendo que la ciudad superviva y que su sistema de aprovisionamiento no colapse. Centros en los cuales Lima entera se refleja en sus modas, alimentos, música, gustos, sabores, olores y colores. A pesar de que la crisis tiende a tornar heterogénea a la masa cotidiana de clientes que ellos atraen, todavía podría uno decir: ,,Dime a cuáles de estos centros de comercialización concurres y te diré quién eres“.
La próspera Gamarra
Muchas experiencias empresariales de gran envergadura han fracasado pese a contar con asesoría y recursos tangibles, oportunos y adecuados. Por lo común esto se debe al escaso o inexistente talento empresarial de sus conductores. En contraste, la realidad muestra miles de experiencias exitosas entre empresas pequeñas y microempresas que, contando con recursos escasos, han podido no sólo reproducirse sino aun crecer y acumular. A diferencia de las primeras, su éxito se explica por una especie de sobredosis de suficiencia empresarial que se expresa en la capacidad de sus conductores para establecer combinaciones favorables de los siempre escasos recursos, tomar decisiones acertadas sobre la marcha y sopesar en niveles adecuados los riesgos del mercado, asegurando de este modo la obtención de algún excedente.
El talento empresarial, recurso de primer orden en cualquier empresa, se convierte en un recurso crítico para las pequeñas y microempresas, ya que entre éstas la posibilidad de balancear deficiencias empresariales es casi nula, debido a la escasa disposición de capital.
Aunque en principio puede aceptarse que tal factor -el talento empresarial- se da por igual en todas partes, mi experiencia con diversos estratos microempresariales de producción, comercio y servicios en la ciudad de Lima me lleva a reconocer la existencia de ambientes urbanos que cumplen una función más positiva que otros en relación a estimular, alimentar y fortalecer tal tipo de aptitud.
Los aglutinamientos urbanos de prósperas microempresas -que van conformando entornos con lenguajes, paradigmas, valores e intereses particulares y propios- constituyen, en la práctica, polos de formación empresarial que atraen inevitablemente a quienes poseen inclinación y talento empresarial tan fuertemente como a las polillas la luz. Y a la vez que atraen y alientan a los nuevos, conforman espacios que promueven, moldean y agudizan el talento empresarial.
La existencia de estas aglomeraciones empresariales no se debe a la previsión y planificación consciente de quienes han determinado el desarrollo urbano de la ciudad, ni a la libre iniciativa y determinación de quienes son ahora sus agentes activos en el quehacer cotidiano.
La causa de su éxito o de su fracaso obedece más bien a aspectos ligados al desarrollo urbano que, sin que nadie se lo haya propuesto, han creado Jas condiciones favorables“ para alentar y servir de continentes a diversas formas de concentración empresarial. Aspectos tales como las políticas aplicadas para enfrentar el problema de la vivienda, la dotación de servicios básicos y de infraestructura vial, el funcionamiento en determinadas zonas de servicios relativos a las necesidades vitales de la ciudad (terminales terrestres, terminales marítimas, mercados mayoristas) y otros.
En el distrito de La Victoria, por ejemplo, coexisten varios de esos conglomerados. Dos de ellos son, a nuestro juicio, los más importantes. De un lado, allí se encuentra la concentración más grande de pequeñas empresas y microempresas de metalmecánica y afines del país (1); y, de otro, la concentración, en la zona conocida como Gamarra (2), del núcleo más dinámico de las dedicadas a la confección de prendas de vestir en Lima.
Ambas concentraciones tienen su origen en aspectos referidos, inicialmente, al desarrollo urbano de La Victoria, que además de ser un inmenso terminal terrestre alberga en su jurisdicción a los mercados mayorista y minorista más grandes e importantes de Lima.
Dadas las características de afluencia masiva y cotidiana de habitantes de todos los lugares de la ciudad y del país, se fue tejiendo una amplia red comercial para los más variados insumes, materias primas y productos. Uno de los rubros que concitó mayor interés fue el referido a la venta al por mayor y menor de insumes y materias primas para la confección de prendas de vestir. Surgieron así una serie de establecimientos comerciales dedicados a tal actividad, estacionados, principalmente, a lo largo del jirón Camarra. Con el tiempo -y ante la expansión del mercado del interior del país- muchos microempresarios confec-cionistas trasladaron sus talleres al mismo jirón Camarra, por las ventajas que suponía tener a los proveedores, a los distribuidores y a los propios clientes al alcance de la mano. De esta manera, se empezó a constituir el núcleo de confec-cionistas que hoy conocemos y que, según un último estudio que ha generado controversias, son el sector ,,más significativo de un conjunto de aproximadamente 7.000 empresas de diversa índole, que emplean a 39.410 personas y generan un movimiento anual de 724 millones de dólares en ventas“ (3). Y aun cuando no hay unanimidad de criterios entre los expertos respecto de los volúmenes de transacciones comerciales, un dato significativo es que en muchas de las galerías comerciales de Camarra el metro cuadrado cuesta tanto o más que en muchos centros comerciales destinados a la clase alta de Lima.
La Victoria y parte importante de muchos distritos aledaños a ella devinieron así, merced a elementos ligados al contexto urbano de la ciudad de Lima y, por lo tanto, a las historias anónimas de miles de sus habitantes, en distritos de mecánicos, de comerciantes y de confeccionistas; en suma, en distritos de empresarios.
Revista Quehacer N° 81 (Lima)
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(1) Investigaciones llevadas a cabo por el equipo de pequeña y microempresa de DESCO señalan la existencia de 1.100 unidades empresariales de metalmecánica.
(2) Tal denominación proviene del nombre de la calle en que se inició tal concentración, el jirón Mariscal Agustín Gamarra de La Victoria.
(3) Véase ..¿Capitalismo popular?“, en El Comercio, domingo 20 de diciembre de 1992. El artículo en mención hace referencia a un conversatorio en torno a la investigación de Ramón Ronce titulada „ Conquistas del capitalismo popular. El caso Gamarra“.