Quien se interesa por las estrategias e ideas principales de la izquierda latinoamericana se encuentra siempre con tu nombre, sea como entrevistadora o como autora de incontables trabajos monográficos sobre el tema. He pensado, para este número de QUETZAL, cambiar los papeles y entrevistarte.
– Para comenzar, quiero saber, ¿cuántas personalidades del movimiento de izquierda has entrevistado en todos estos años? y ¿cuándo y bajo qué circunstancias tuvo su principio tal interés?
Mira, yo empecé a entrevistar cuando era directora de la revista política chilena Chile HOY en 1972, en pleno período de la Unidad Popular. Decidimos que esta revista semanal llevaría en cada número una larga entrevista a personajes políticos importantes, tanto nacionales como extranjeros, pero fundamentalmente nacionales. Esa fue una de las características de la revista. A mí de inmediato me atrajo mucho este género. Era un desafío hacer buenas preguntas para permitir que el interlocutor aclarase las dudas e inquietudes que existían sobre el tema que él dominaba.
– ¿Es posible que les des a nuestros lectores una panorámica de las personas entrevistadas, por lo menos decir un par de mombres de esa tu larga lista de entrevistados? Bien, aquellos quienes por su personalidad te han impresionado y, quizá también, aquellos con quienes las entrevistas han transcurrido, por diferente motivos, con reticencia?
Sabes que nunca me había puesto a calcular a cuánta gente había entrevistado? Si excluyo aquel período y sólo cuento las entrevistas que he realizado en Cuba, donde vivo desde el golpe militar contra Salvador Allende, he entrevistado a 38 figuras de la izquierda del máximo nivel, y a alrededor de 100 si incluyo a cuadros dirigentes del segundo nivel. Entre los primeros están los cinco comandantes del FMLN de El Salvador y dos de los máximos dirigentes de Convergencia Democrática; los tres comandantes de la URNG de Guatemala; seis da los nueve comandantes de la Dirección Nacional del Frente Sandinista; cuatro de los cinco comandantes de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar de Colombia, además de los presidentes de los frentes políticos Unión Patriótica y A Luchar; el presidente del Partido de los Trabajadores de Brasil y cinco alcaldes petistas; el Intendente de Montevideo del Frente Amplio de Uruguay; dos alcaldes de la Causa R de Venezuela y su secretario general; secretarios generales de partidos uruguayos y peruanos; y tres altos dirigentes cubanos.
Una de las entrevistas que marcó mi trayectoria como entrevistadora con la que se inicia la etapa de entrevistas en Cuba, fue la que le hice al comandante Humberto Ortega, el gran estratega de la victoria de la revolución sandinista. Fue una entrevista muy ágil, muy amena y muy fresca. Otra entrevista que recuerdo por lo prolongada: tuvimus tres o cuatro sesiones de trabajo durante dos años, fue la de Schafik Handal, comandante del FMLN y secretario general del PC salvadoreño. Fue interesante constatar cómo a través de mis preguntas se le iban abriendo nuevos temas de reflexión, que requerían de una maduración antes de que se pudiesen volcar en una respuesta concreta. Otro recuerdo especialmente grato fue la entrevista colectiva o mesa redonda que sostuve con seis dirigentes del Frente Amplio de Uruguay, de tendencias políticas diferentes y todos ellos brillantes expositores.[1] Las entrevistas que menos me han gustado han sido aquellas en que he percibido que la preocupación de mis interlocutores ha sido más la del cálculo político que la expresión honesta de su pensamiento, pero estas han sido absolutamente minoritarias.
– Algunas de las personas con quienes te entrevistaste eran guerrilleros activos. Tales entrevistas fueron llevada a cabo en los correspondientes países de los entrevistados. Sin querer que me digas en detalles todos los secretos cuya situación entraña puedes contar algo de los tipos de problemas con cuyos por menores tuviste que confrontar en la preparación de esas entrevistas.
No he entrevistado a los máximos dirigentes guerrilleros en las montañas, como se ha difundido erróneamente. He tenido el privilegio de poder recibirlos en mi casa, en La Habana o de entrevistarlos en Nicaragua. Como sabes, ellos viajaban con relativa frecuencia a Cuba y Nicaragua en el segundo quinquenio de los ochenta.
Creo que hay dos cosas que me han abierto las puertas para poder obtener estas entrevistas: la primera es mi libro Los conceptos elementales del materialismo histórico, que todos ellos habían leído y apreciado en su momento como un esfuerzo serio de divulgación del marxismo, y el hecho de ser la compañera del comandante del Ejército Rebelde cubano, Manuel Piñeiro, quien era, durante esos años el jefe del Departamento del Comité Central del Partido Comunista de Cuba que atendía el área América. Mis interlocutores sabían que yo no era una periodista a la caza de noticias, sino una investigadora al servicio de la militancia revolucionaria, que pretendía servir de puente para el intercambio de experiencias dentro de la izquierda latinoamericana.
– Dos preguntas cuyas respuestas me interesan sobradamente, ellas están en relación con la credibilidad de las fuentes. En tus entrevistas dependes, sobre todo, de la memoria y la honradez de tus interlocutores. Es conocido (y te lo digo en base a mi propia experiencia), que muchos políticos latinoamericanos -también de izquierda – tienen la tendencia a divargar o a contar leyendas. Mas al mismo tiempo, tales entrevistas son con frecuencia las únicas o unas de las pocas fuentes para análisis serios y profundos. ¿Cómo consigues que tu interlocutor se concentre en el punto específico del tema? y ¿cómo compruebas el valor de verdad de sus afirmaciones?
Yo no me lanzo a hacer una entrevista en forma improvisada. Busco información sobre el movimiento guerrillero, partido o frente político, o alcaldía, que voy a estudiar. Para ello, más que leer las principales cosas escritas sobre el tema, pienso que es muy importante tener conversaciones previas con distinta gente, para que te digan sus puntos de vista y sus inquietudes sobre el objeto de estudio.
Con la información obtenida elaboro un cuestionario bastante desarrollado, que vaya al fondo de los problemas que deseo investigar y haga suyas las inquietudes y dudas que existen desde la izquierda sobre esa organización o esos temas. Asumo en forma impersonal las críticas que le hacen a la persona, organización o entidad que estoy estudiando, para darle posibilidad de explicar sus posiciones o políticas.
Una vez confeccionado el cuestionario trato de revisarlo con quien conozca el tema para que me lo critique y me dé nuevas ideas. Y una vez elaborado en forma definitiva, se lo paso a mis entrevistados con tiempo, para que puedan reflexionar sobre los temas que propongo.
Como no pretendo lucirme como periodista, sino tratar que el entrevistado reflexione y aporte el máximo, me interesa que éste tenga tiempo para pensar en los temas sobre los que yo quiero entrevistarlo. Mis cuestionarios, además de plantear las dudas desde la izquierda, son cuestionarios que no buscan tanto señalar los éxitos obtenidos como tratar de que nuestros entrevistados narren cómo lograron esos éxitos, qué errores cometieron en el camino y cómo lograron superarlos. De ahí que yo defino mis entrevistas como político-pedagógicas.
Algunas preguntas podrían sonar provocadoras, pero como mis entrevistados saben lo que busco – yo se los explico muy claramente antes de iniciar las entrevistas -se sienten motivados a responder y a darse el tiempo, porque ven que es un esfuerzo serio.
Mis cuestionarios, como debes haberte dado cuenta, no buscan mi lucimiento como profesional. Por el contrario, busco que mi entrevistado sea el que se luzca. Claro, planteo las cosas crudamente; si ellos no me conocieran tal vez se sentirían ofendidos por algunas preguntas y no contestarían. Creo que es la seriedad de mi trabajo anterior lo que me da el aval para hacer ese tipo de preguntas.
Ahora, me parece que en la elaboración de las preguntas, tanto del cuestionario previo, como en la propia entrevista, cuentan dos elementos importantes: el primero está constituido por la formación teórico-política previa que me hace investigar determinados temas y no otros. Por ejemplo, al estudiar una organización política, es evidente que influye mucho lo que yo llamaría la „problemática leninista“ acerca de la concepción de la vanguardia, la relación partido-masas o pueblo o gente si se prefiere, y una serie de otros elementos.
Cuando yo hablo del marco teórico estoy refiriéndome al marco ideológico-político: tengo una visión de la sociedad, de su dinámica, de los factores que influyen a partir de la óptica de Marx y Lenin. Se trata de estudiar la práctica política de esas organizaciones siguiendo un hilo conductor, pero eso no quiere decir que pretenda encasillar la práctica en un esquema teórico. Yo no parto de hipótesis previas que debo desechar o corroborar, parto abierto a averiguar cómo se realiza la conducción política concreta en esa organización, pero para averiguar esto debo organizar mis preguntas, saber cuáles son los puntos que debo abordar, cómo relacionar unos con otros, y, para ello, parto de ese hilo conductor. Si no contara con él sería como navegar sin brújula ni destino.
Muchas veces el entrevistado aporta nuevos elementos que hasta entonces no habían sido considerados en el pensamiento político marxista clásico.
Ahora, respecto a cómo compruebo la veracidad de las pepuestas de mis entrevistados, lo que hago es hacer circular la entrevista una vez hecho el primer ordenamiento temático, con la autorización de mi entrevistado, que desde el comienzo sabe que ese material circulará entre las otras organizaciones de su país y que, por lo tanto, no puede contar cuentos. Si recojo alguna repuesta que no convence a los demás, le planteo las dudas o argumentos que contradicen sus planteamientos, para que el entrevistado pueda argumentar a favor de su planteamiento inicial o lo modifique. A veces las entrevistas y mesas redondas llevan hasta cinco rondas
– Lo que me ha impresionado de tus entrevistas es tu capacidad, por un lado inducir a franquearse a tu interlocutor y por otro encausarlo consecuentemente a los aspectos todavía „obscuros“ y contradictorios y no permitir el triunfalismo que en aquellos años era típico para la izquierda. Teniendo en cuenta de que lo anterior presupone de tu parte un íntimo conocimiento de los procesos, me interesaría tu explicación, ¿cómo los lograste (por lo demás ya antes de los cambios hacia los años noventa)? y ¿cómo así con las mismas personas quienes en otras situaciones dieron comentarios aburridos, superficiales y eufenastas?
Creo que la respuesta a tu quinta pregunta en parte está ya respondida en la cuarta. Aquí agregaría que para lograr que la persona se sincere yo le insisto, al proponerle la entrevista, en que lo que yo busco es que transmita no sólo las experiencias exitosas, sino también las derrotas y errores cometidos, porque lo que interesa es que los demás aprendan de ello. Por otra parte, en el diálogo voy orientando la conversación hacia el objetivo que persigo y trato de tener siempre presentes las dudas y críticas que recojo en el ambiente acerca de dicha experiencia. Además no acepto respuestas que no me parecen convincentes. Vuelvo a preguntar, con otros elementos, para que el entrevistado pueda desarrollar más profundamente su punto de vista o de mutuo acuerdo postergamos la publicación para más adelante. Hay trabajos que ya estaban casi terminados y que no han sido publicados por esta razón.
Y en esto del triunfalismo al que tú te refieres, creo que tiene que ver mucho con el subjectivismo en el análisis de la correlación de fuerzas. Suele ocurrir que los dirigentes movidos por su pasión revolucionaria tienden a confundir los deseos con la realidad. No se hace una valoración objetiva de la situación, se tiende a subestimar las posibilidades del enemigo, y, por otro lado, a sobrestimar las posibilidades propias. Por otra parte, los dirigentes tienden a confundir el estado de ánimo de los cuadros dirigentes con el de la gente en general masas. Existe una tendencia en no pocas direcciones políticas a hacer generalizaciones acerca del estado de ánimo de la gente a partir de su propia experiencia, ya sea de la región o sector social donde éstas funcionan, o de su frente guerrillero, o, en un sentido más general, de lo que perciben entre quienes los rodean, que siempre son los sectores más radicalizados.
Es distinta la visión que tienen del país los que trabajan con los sectores más radicalizados, de la que tienen los que realizan su actividad política entre los sectores más retrasados. No tienen la misma visión de Chile los cuadros revolucionarios que trabajan en un barrio popular combativo, que los que trabajan con los sectores medios. Esto mismo ocurre en los países donde existen zonas de guerra y espacios políticos. Los guerrilleros que viven enfrentamientos reales con el enemigo, que han logrado obtener gracias a sus victorias militares el control de determinadas zonas, tienden a creer que el proceso revolucionario está más avanzado de lo que consideran aquellos militantes que participan en los espacios legales en los grandes centros urbanos, donde el poder ideológico y el control militar del régimen es todavía muy grande.
La única garantía de no cometer estos errores es asegurar que los dirigentes sean capaces de evaluar la situación, no en función de su estado de ánimo, sino a partir de tomarle el pulso al estado de ánimo de las masas, al estado de ánimo del enemigo, a la realidad internacional. Para tratar de lograr esto y orientar nuestras preguntas es que, junto a Isabel Rauber, hicimos un esquema de análisis de la coyuntura, que fue publicado en nuestro libro: „Hacia el Siglo XXI: La izquierda se renueva.“
Ahora, sobre la segunda parte de tu pregunta, yo creo que si las preguntas son atractivas y reflejan que el entrevistador maneja mucha información y, por otra parte el entrevistado acepta dar la entrevista previo conocimiento del cuestionario, es muy difícil que el resultado sea aburrido, superficial o eufemístico. Por otra parte, si el resultado de la entrevista no me convence, no lo publico. Por supuesto que previamente le explico las razones a mi entrevistado. Hasta ahora siempre han estado de acuerdo. Quiero aclararte que no tengo ningún problema en que mi entrevistado revise le entrevista y perfeccione su exposición.
– Como te aclaras en la retrospectiva, ¿porqué la izquierda (y no solamente los comunistas) fue poco creativa y ortodoxa, sobre todo en su ideología y programática que en su táctica, y esto igualmente en su trato común, lo que los condujo de cuando en cuando a luchas sangrientas entre ellos mismos?
Tú me preguntas por qué la izquierda en general fue tan poco creativa y ortodoxa. Para respnderte y no hacer generalizaciones incorrectas me voy a referir exclusivamente a la izquierda marxista o marxista-leninista postrevolución cubana, que es la que he estudiado.
Creo que esta izquierda no fue capaz de entender el verdadero aporte teórico de Marx y de Lenin. Al considerar al marxismo como un dogma – como algo acabado, como una cosmovisión o filosofía que todo lo abarcaba y que tenía respuesta a todo, y que además conllevaba una visión bastante evolucionista de la sociedad: el socialismo se veía más como una necesidad histórica que como una conquista humana – y al pretender aplicarlo mecánicamente, como receta, a cualquier situación histórica, el resultado era de esperarse.
Para ponerte sólo un ejemplo: se recitaba el „Estado y la revolución“ de Lenin, pero no se buscaba comprender la metodología que el dirigente bolchevique usó para diagnosticar el grado de desarrollo capitalista del agro ruso y aplicarla al análisis de la situación concreta de nuestros países.
La mayor parte de las veces las elaboraciones estratégicas se construyeron, no como resultado de la búsqueda de un camino propio adecuado a la especificidad del país, sino mediante la importación de esquemas prefabricados de otras experiencias revolucionarias.
Nos parece importante tener en cuenta que tanto en Cuba como en Nicaragua, el Movimiento 26 de Julio y el Frente Sandinista, respectivamente, ganaron la hegemonía, entre otras cosas, porque supieron insertarse profundamente en sus nobles y heroicas tradiciones nacionales. Hicieron, como alguien dijo, la revolución en español y no en ruso. Sus padres espirituales fueron Martí y Sandino.
Por otra parte, difícilmente se podía lograr de la discusión sobre modelos foráneos una síntesis dialéctica que permitiera ir superando las diferencias entre las distintas corrientes de izquierda; por el contrario, muchas de esas discusiones teóricas resultaban estériles y terminaban por separar, por desunir aún más a las distintas fuerzas. Ante la ausencia de análisis concretos y de repuestas a situaciones concretas, el teoricismo y el dogmatismo se hacían presentes.
Esto condujo a dos errores que en muchos casos se interrelacionaban: por una parte, se pensó que el camino de la unidad debía transitarse evitando las discusiones teóricas; por otra parte, se cayó en el practicismo, rechazando todo esfuerzo por teorizar sobre la realidad. Esta ausencia de teoría y de discusión teórica, la inexistencia de un estudio crítico de las experiencias fracasadas y de las exitosas, no hizo más que rezagar el pensamiento revolucionario de nuestro continente. Y, para agravar la situación, a esto se agrega una ausencia de una crítica del desarrollo actual del capitalismo a la altura de la que Marx hizo del capitalismo de su época, sin la cuál difícilmente pueda elaborarse una alternativa de salida seria a la actual situación mundial.
Creo que en esto tiene una enorme responsabilidad el período stalinista que transformó la teoría científica de Marx en un dogma y en una ideología de estado. La verdad no nacía de la investigación científica, dependía de las correlaciones de fuerzas en el terreno político. Una parte de esta izquierda teóricamente débil, reniega de un marxismo que sólo recitó y nunca comprendió verdaderamente y ha sido fácil presa del derrotismo y de los intentos de cooptación por el sistema imperante. La otra avanza con dificultades y sus sectores más radicales adoptan una actitud más testimonial y de resistencia a la ofensiva neoliberal, que de una respuesta activa. El gran ausente que explica esta actitud defensiva es un programa alternativo convincente, cuya coherencia y seriedad logre convocar y ayudar a la unidad de las diferentes comentes de izquierda en cada país, para hacer frente al avance neoliberal, junto a todas las corrientes progresistas a las que este modelo afecta.
Otro elemento que influyó fue la concepción de partido que se difundió en esta izquierda. A pesar de que Lenin concibió siempre el partido como un instrumento para ejercer la conducción política y, por lo mismo, que su estructura orgánica debía adecuarse a la realidad de cada país y modificarse de acuerdo a las exigencias concretas de la lucha, la tendencia de los partidos comunistas y, no sólo de ellos, fue la de calcar el modelo orgánico bolchevique – un partido clandestino, de cuadros profesionales, para trabajar en la ilegalidad – con todas las deformaciones stalinistas, que lo transformaron de instrumento en objetivo.
Se rechazó de plano la concepción del partido-frente en el sentido de partido pluriclasista. Los partidos que nacieron como tales, para poder adquirir el sello de revolucionarios consideraron necesario adoptar la forma de partidos clasistas, abandonando su flexibilidad y creatividad iniciales.
Por otra parte, la mayor parte de las organizaciones políticas de izquierda de la época analizada se autoproclamaban la vanguardia única del proceso revolucionario y muchas de ellas la vanguardia de la clase obrera, aunque esta clase fuera casi inexistente en algunos de esos países. Aceptar que las otras organizaciones eran tan o más revolucionarias que ellos y aceptar la posibilidad de una conducción compartida era algo casi impensable en aquellas décadas.
Hoy la situación ha cambiado: la mayor parte de esa izquierda ya ha llegado a entender que no es posible luchar efectivamente contra el enemigo común si no logran hallar formas de conducción unitaria, lo que no significa necesariamente llegar a conformar un solo partido; se prefiere, sin embargo, hablar de conducción política y no de vanguardia.
El concepto de vanguardia es uno de los conceptos que ha sufrido más rechazo, y eso es comprensible, porque, en la práctica política de la izquierda, este concepto ha estado asociado a conducción verticalista, autoritaria; a suplantación, a iluminismo.
A esto contribuyó la incorrecta relación de las organizaciones de izquierda con los movimientos sociales. La dirección del movimiento, los cargos en los organismos de dirección, la plataforma de lucha, en fin, todo, se resolvía en las direcciones partidarias y luego se „bajaba la línea“ a seguir por el movimiento social en cuestión, sin que éste pudiese participar en la gestación de ninguna de las cosas que más le atañían.
El rechazo a este estilo de conducción, junto al papel desempeñado por los movimientos sociales en el período dictatorial – en un momento en que la mayor parte de las organizaciones de izquierda estaba muy debilitada por la represión, fue en los movimientos sociales donde se originaron las principales luchas de resistencia contra los regímenes autoritarios -, condujo a desviaciones basistas. Hay sectores de la izquierda que piensan que la conducción política puede surgir del mismo movimiento social, es decir, que el sujeto social puede transformarse en sujeto político. No niego que en algún caso particular esto pueda ocurrir, pero estoy convencida de que no habrá lucha exitosa por la transformación social si no existe un sujeto político organizador y articulador de las luchas, es decir, una organización política de nuevo tipo, que supere los errores y desviaciones de las organizaciones políticas de estas últimas décadas. Un sujeto articulador de por excelencia de las diversas demandas emancipátorias, capaz de detectar todos los potenciales de lucha de la sociedad y capaz de convocar a esos sujetos sociales levantando una plataforma de lucha común, respetado, al mismo tiempo, la autonomía y los aportes específicos de las distintas expresiones del movimiento social.
La fuerza de esta organización de nuevo tipo debería estar justamente en su capacidad de convocatorio y no en su aparato interno. La identidad militante debería legitimarse más hacia afuera que hacia adentro. En lugar de dedicarse a la autoreproducción interna partidaria, debe vincularse a la sociedad, única forma de no desarraigarse de la realidad.
Ahora, todo esto requiere de un cambio en la cabeza de los dirigentes de izquierda, cambio que yo creo que se está produciendo desde hace ya varios años. Creo que muchas de mis entrevistas reflejan ya ese cambio. Pero debo reconocer que no basta un cambio en la cabeza de los dirigentes, sino que se requiere un cambio en la propia práctica y este cambio de la cultura política es mucho más lento de lo que yo me imaginaba, sobretodo cuando se ponen en juego problemas de personalismo y de caudillismo que pueden llegar a tener consecuencias muy graves para las organizaciones en las que estos dirigentes militan.
– Entretanto se han abolido los viejos esquemas y etiquetas (o posiblemente ya han aparecido nuevos). ¿Cómo has observado el proceso de renovación de la izquierda y, en resumidas cuentas, quién pertenece todavía a la izquierda? y ¿es, quizá, el concepto, en general, obsoleto?
Respecto a tu pregunta de si es válido seguir hablando de izquierda, te puedo decir que pienso que si definimos como izquierda a los que piensan que es necesaria una transformación social profunda para lograr crear una sociedad más igualitaria, fraterna y solidaria, esa izquierda es más necesaria que nunca, en un mundo en que la hegemonía neoliberal lleva a la hecatombe mundial si no encuentra fuezas que se le oponga.
– Pero, pienso que no hay que confundir partidos de izquierda con izquierda. La sensibilidad de izquierda va mucho más allá de los partidos de izquierda y eso es fundamental que lo entiendan los propios partidos para elaborar su estrategia y sus tácticas de lucha.- Tu llegaste hace mucho tiempo a Cuba, ¿porqué motivos abandonaste Chile? y ¿has pensado en oportunidades en regresar a Chile?
Efectivamente ya llevo más de veintidós años en Cuba. Tuve que salir de Chile porque era una de las personas buscada por la junta militar que dio el golpe. En ese momento yo era directora de la revista política „Chile HOY“, la única semanal de izquierda que existía en ese momento, y hacía ya unas semanas que veníamos denunciando los preparativos del golpe. Al comienzo pensé quedarme clandestina en Chile y tratar de publicar de esa manera la revista, pero muy pronto me di cuenta que eso era imposible y decidí entonces salir del país. Me asilé en una embajada y obtuve le permiso para salir del país sólo luego de cuatro meses. Elegí venir a Cuba, cuya revolución admiraba desde que estuve por primera vez en 1960. Cuando nació mi hija Camila, que ahora tiene dieciséis años, decidí quedarme definitivamente en este maravilloso país que es mi segunda patria y cuyo pueblo, heroico, digno y solidario, admiro mucho. Manuel, mi compañero, ha sido mi gran apoyo. No he pensado en regresar a Chile. Después de haber vivido esos apasionantes años del gobierno de Allende me resulta muy difícil volverá un país que ha cambiado tanto.
– Supongo que tu simpatía para el gobierno de Salvador Allende fue grande, así igual que para el gobierno socialista de Cuba. Si reflexionas en la enseñanza que se puede obtener de la caída del gobierno de la Unidad Popular, ¿qué piensas?, ¿se debió haber gobernado en Chile a la manera cubana (radical y considerando una alternativa armada)? o ¿es en el presente el ex gobierno de Allende un ejemplo para el paso a una sociedad justa a través de reformas paulatinas y basado en un amplio consenso?
Yo creo que la situación chilena era muy diferente a la cubana y que, por la tanto, no era posible usar el mismo camino. Pienso que el intento de Allende de tratar de avanzar por la vía institucional, legal, fue correcto. Antes de agotarse esta vía no era posible en nuestro país plantear otra alternativa. Pero, avanzar por la vía legal era un planteamiento muy heterodoxo para una izquierda como la chilena, que, en general, era muy ortodoxa. Entre otras cosas no entendimos que para poder avanzar por esa vía teníamos que lograr el apoyo de la mayoría del pueblo y que, por lo tanto, era fundamental conservar y profundizar la alianza con los sectores más progresistas de la Democracia Cristiana liderados por Tomic. La derecha sí entendió bien que para derrotar el proyecto allendista era necesario atraer a ese partido a posiciones más conservadoras tratando de constituir con él un bloque opositor fuerte. El golpe militar no hubiera sido exitoso si previamente no se hubiera logrado ese propósito.
– Dime algo de la situación en Cuba. ¿Tienes la impresión de que se lleva a cabo en el Partido Comunista de Cuba un proceso de renovación ideológica (y no solamente pragmático)? ¿Es, en general, el Partido Comunista de Cuba el único lugar para una verdadera renovación ideológica?, cuya implicancia trae inherente las preguntas siguientes: ¿No necesita Cuba una izquierda pluralista? y ¿hay, en suma, tales intenciones?
Para empezar quiero aclarar que para mí la existencia de uno o varios partidos, en un país que se propone construir el socialismo, no es una cuestión de principio, no es un dogma, depende de la forma concreta que adopta la lucha de clases en cada lugar, que no es ajena a la lucha de clases a nivel internacional. Pienso que no debemos caer ni en el fetichismo del pluralismo, ni en el fetichismo del partido único. Hay tipos de pluripartidismo que son puramente formales. Eso ocurre cuando hay dos partidos diferentes con un programa muy similar, como es el caso de los partidos Republicano y Demócrata en los Estados Unidos. Pero esto no quiere decir que esto sea siempre así. Existen formas de pluripartidismo en que los diferentes partidos realmente reflejan diferentes intereses de clase como sucede en muchos países europeos y de América Latina. De igual modo el partido único puede derivar -si de él se excluye el debate interno y toda forma de control popular sobre sus militantes, como ha ocurrido en los países socialistas del Este – en una dictadura del partido. Allí el partido perdió su carácter instrumental para volverse un objetivo en sí mismo, desvinculado totalmente de las masas. Pero, pueden existir partidos únicos, que sean instrumentos valiosos en la lucha por construir una sociedad socialista, en su carácter de instrumentos aglutinadores de las fuerzas revolucionarias, estrechamente vinculados a sus pueblos e impulsores y potenciadores de las iniciativas populares.
Ahora, en lo que a Cuba se refiere, es importante recordar que el Movimiento 26 de Julio, la organización que condujo al proceso revolucionario a la victoria, fue una organización política – creada por Fidel y un grupo de revolucionarios cubanos -que no se inspiró en los partidos comunistas clásicos, sino en las ideas organizativas de Martí.
Martí, quien vivió largos años en Estados Unidos y afirmara: „Viví en el monstruo y conozco sus entrañas“, había previsto -mucho antes de que Lenin elaborara su teoría del imperialismo – que una vez liberadas las últimas colonias del dominio español, la futura potencia imperial caería sobre América Latina con gran fuerza y que, por lo tanto, era necesario crear un muro de contención en las Antillas que impidiera la expansión de los Estados Unidos por América.
Surge así la idea del Partido Revolucionario Cubano, con una concepción no de partido clasista, sino de partido-frente, ya que pretendía agrupar a todos los patriotas cubanos, sean cuales fueran los sectores sociales que representaran, en una sola organización política que superase los errores y divisiones del pasado.
Fidel, a pesar de tener una concepción marxista de la política, no ingresa al Partido Socialista Popular, nombre que había adoptado el Partido Comunista, sino en el Partido Ortodoxo, que representaba a la pequeña burguesía radical antimperialista y desde allí comienza a conformar el núcleo inicial del Movimiento 26 del Julio, inspirado en la concepción martiana de partido.
De igual manera que para implementar la guerra de guerrillas recoge las tradiciones de lucha de su pueblo. Esta forma ya había sido empleada por los esclavos que huían de las plantaciones y se iban a refugiar a la sierra y luego por los mambises en su lucha contra el ejército español.
Fidel, desde un comienzo, tenía claro que era importante tratar de unificar a todos los revolucionarios. Y consecuentemente con esto, hace esfuerzos por obtener acuerdos unitarios con los otras fuerzas de la izquierda cubana: el Partido Socialista Popular (PSP) y el Directorio Revolucionario. Antes de lanzar el desembarco del Granma, logra lanzar un manifiesto conjunto con el Directorio Revolucionario. Posteriormente, pocos meses antes del triunfo, algunos cuadros del PSP se integran a la lucha guerrillera.
Y una vez logrado el triunfo, es importante apuntar que los comunistas cubanos tienen el gran mérito histórico de haber reconocido el liderazgo indiscutido de Fidel. Hay otros partidos comunistas que no han sido capaces de realizar este gesto. En el caso de Nicaragua, por ejemplo, algunos partidos marxistas no fueron capaces de reconocer el liderazgo sandinista y continuaron luchando contra el FSLN después del triunfo, y en los últimos comicios electorales prefirieron aliarse con la burguesía representada por la UNO antes que apoyar al FSLN.
Pero en Cuba no sólo hubo un gesto del PSP, sino también de Fidel. El máximo dirigente cubano, adoptando una posición patriótica y antisectaria después del triunfo, dejó de pertenecer – según sus propias palabras – al M-26 de Julio y adoptó como suya la bandera de la revolución, que era algo mucho más grande que su organización político-militar, porque en ella participaba todo el pueblo. En lenguaje popular, Fidel abandonó la camiseta del partido y se puso la de la revolución.
Nos parece también importante recordar, por otra parte, que inmediatamente después del triunfo en Cuba ya no existían partidos burgueses. Sus dirigentes se habían ido a Miami durante la dictadura de Batista o inmediatamente después de su derrocamiento.
Fidel sabía que cualquier fisura que pudiese darse en las filas del pueblo podía permitir al imperialismo empezar a horadar esa revolución desde adentro. De ahí que, a medida que la lucha contra los Estados Unidos se acrecienta, se acentúe también su esfuerzo por lograr dar una estructura única a los tres partidos señalados. El primer intento fue la formación de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).
Una de las grandes debilidades de las ORÍ es no haber sabido integrar a las masas. Se inicia un nuevo esfuerzo unificador creándose el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS), que responde al carácter socialista que abiertamente toma el proceso cubano después de la invasión de Playa Girón.
Después de la negativa experiencia de las ORÍ, se asimilan sus enseñanzas y se decide que sean las masas las que seleccionen a los candidatos al partido entre los trabajadores más destacados, considerándose muy importante que los militantes de la nueva organización política tengan pleno apoyo y prestigio entre las masas. Durante esos años el PURS no crece, se depura.
Alrededor de tres años después, se crea el 3 de octubre de 1965, el Partido Comunista de Cuba (PCC) y se constituye su primer comité central, cuando ya se considera superada la etapa de los distintos matices y de los distintos orígenes de los militantes revolucionarios.
Esta es la historia y el contexto en que nace el partido único en Cuba, un pequeño país situado a tan sólo 90 millas del monstruo imperial, que no ha cesado en estos 37 años de intentar derribar su revolución. La ley Helms-Burton, apoyada por Clinton recientemente , es una prueba fehaciente de ello. Por lo tanto hoy sigue tan vigente como en los primeros días la necesidad de evitar cualquier tipo de fisura en las fuerzas revolucionarias. El Partido Comunista de Cuba tiene enormes potencialidades para lograr producir dentro de sus propias filas la renovación ideológica que tú planteas. El esfuerzo por revalorizar sus raíces martianas, su énfasis en que el militante debe ser una persona con prestigio en su centro de trabajo, su vigilancia para castigar el más mínimo asomo de corrupción en sus filas, la existencia de un relevo importante de cuadros jóvenes y el liderazgo excepcional de Fidel, me hacen ser optimista.
Ahora, si la situación mundial cambia, si los Estados Unidos y los demás países terminan por aceptar que Cuba tiene pleno derecho a elegir su propio destino y abandonan sus intentos de volver al redil a la oveja descarriada, no descarto que pueda llegar a justificarse el surgimiento de otros partidos. Por ahora ese momento parece todavía lejano.
– Tus libros „Del Moneada a la victoria“ y „Cuba. Los Protagonistas de un nuevo poder“ son bien conocidos. ¿Tienes la intención de conversar con personalidades cubanas sobre la nueva situación en Cuba o ya lo has hecho? En fin, ¿a quién de aquellos, que no has tenido la oportunidad de tener ante tu micrófono, quisieras entervistar gustosamente? o ¿con quién aspirarías a tener una entrevista, porque piensas que puedes esperar de él o ella singulares procesos mentales de cambio?
Mira, creo que es tan grande el desafío que tienen los máximos dirigentes sobre sus hombros: la construcción del socialismo a 90 millas del imperio más grande del mundo, sin una retaguardia en la que apoyarse, dada la caída del socialismo en el Este Europeo, y elaborando sobre la marcha una estrategia para avanzar hacia los objetivos en las nuevas condiciones de país doblemente bloqueado, que prefiero en este momento postergar las entrevistas personales para permitir que maduren más las ideas y las iniciativas que la revolución está tomando. Esta decisión se refuerza más si se tiene en cuenta la necesidad que tiene la dirección cubana de aplicar la máxima martiana: „en silencio ha tenido que ser“ para evitar que los Estados Unidos adopten medidas que interfieren sus pasos. Creo que el no poder revelar a fondo la estrategia que se está poniéndose en práctica hace, en estos momentos, poco atractiva una entrevista con dirigentes de esta revolución.
En cambio, estoy apasionada con otro trabajo que estoy haciendo en Cuba en este momento. Este consiste en detectar las experiencias de participación popular más maduras a nivel de base para darlas a conocer mediante el método de la memoria oral: son los propios protagonistas los que narran sus experiencias y reflexionan sobre ellas. Tratamos de extraer de cada una los aspectos metodológicos que puedan llegar a tener una validez universal y que se emplearon quizá sin que los protagonistas estuvieran plenamente conscientes de su aporte. Y de estas experiencias estamos haciendo vídeos. La Fuerza de la imagen es extraordina! El video es ideal para promover la experiencia y el texto escrito para profundizar en ella. En el momento en que se publique esta entrevista tendremos ya publicados los libros y los correspondientes video de dos experiencias comunitarias muy interesantes. Sería bueno que Quetzal conociera estos trabajos y nos ayudara a difundirlos.
Marta, te agradezco infinitamente por esta entrevista, y estaremos en contacto en cuanto a la petición que hiciste al Quetzal.
(Las respuestas de Marta Harnecker a nuestras preguntas recibimos el 26 de marzo de 1996 por fax.)
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[1] Ver: Forjando la Esperanza, Ediciones LOM, Santiago de Chile, 1995.