(tema)
El amor entró por la puerta principal del apartamento y el hombre cuarentón fue feliz hasta el día en que la gorda hermosa que representaba al amor en la suma de cada una de sus partes corporales no se fue de su apartamento porque ella aumentó muchísimo de peso de tanto amor y él no opuso resistencia a la soledad, en cuya boca no termina de derretirse.
(variación 1)
El amor dilató en entrar por la puerta principal de la casa el hombre cuarentón y fue un ser feliz de gozar del amor y sus pormenores con la gorda hermosa que representaba al amor en la suma de cada una de sus partes corporales hasta que ella no aumentó muchísimo de peso de tanto amor y determinó huir de él para no morir por el peso grandísimo, enorme, de su cuerpo entero mayúsculo, para cuyo objeto le convirtió en un caramelo que tiró sin pensarlo dos veces, también sin tener piedad, en la gran boca grande de la soledad, en donde él no termina aun de derretirse.
(variación 2)
El amor salió al encuentro del hombre cuarentón como un huracán y la felicidad derivada de la unión corporal y espiritual de él con la gorda hermosa se apoderó de su alma hasta que ella huyó de él porque el amor grande, el cual vivía y gozaba, fue un chocolate riquísimo que le aumentó el peso tanto que ni ella misma se reconoció en el espejo y él perdió el suelo bajo los pies y cayó en el vacío (amarillo) de la soledad.
(variación 3)
El amor vino como cualquier viento primaveral y el hombre cuarentón gozó de contento y tuvo la impresión de que su corazón era una casa grande en la cual se instaló la felicidad y sus amantes numerosos y aquella mujer que dormía cada noche junto a él y hacía el amor con él cada y cuando que cualquiera de ellos lo desease o lo necesitase representaba el fin de su existencia. Fueron tiempos gratos. La vida en el amor, sí, tuvo un efecto secundario para ella: aumentaba de peso sin posibilidades de evitarlo, a pesar de las dietas y las gimnasias que practicaba. El amor no cesó de alcanzar dimensión incalculables. Sucedió que aquel efecto secundario transmutó en primario y ella no tuvo otras alternativa: huir de él o aumentar ininterrumpidamente hasta morir por consecuencia de la gordura extrema. Quiso vivir, aunque fuese sin amor, y se alejó deprisa hasta que no estuvo segura de que él jamás la lograría encontrar. Él lloró por la ausencia de ella y le fue imposible no perderse en los laberintos de la soledad donde es un lobo humano que aulla continuado, sin interrupción.
(variación 4)
El hombre cuarentón recibió al amor sin malicias. No dudó de entregar sus sentimientos día por día a la mujer amada, quién le amó con igual correspondencia.
Fueron la dicha. Vivían en el amor. Cariño, comprehensión y cuidos recíprocos, esmeros, chupaderas de cuerpo igual en la correspondencia de ella a él y de él a ella y coitos con frecuencia y con ganas, insaciables en la cópulas sexuales. Nada es increíble. No obstante, él no quiso aceptar que el amor engorda (puede enflaquecer, puede entorpecer, puede ocasionar impotencia o frigidez, puede causar dolor permanente en la cabeza o en la dentadura, puede enloquecer, puede inspirar, puede falsear la realidad, puede desasosegar, puede martirizar, también, además de poder originar otros tantos cambios de estados espirituales o corporales). Su amor la engordó en demasía. Sucedió que caminar fue un acto de heroísmo para ella. Intentaron todo lo que se les ocurrió, mas ella siguió poniéndose gorda, muy gorda, gordísima. ¡Oh, Dios! ¿Por que no sudaba el amor para disminuir la corpulencia? No, no podía continuar en tal situación. Ella se sobrepuso y se salió de la casa del amante con el fin de irse para siempre. Él se acostó en la cama en donde coitó tanta veces con la amante gorda de amor y se abandonó a la suerte de la soledad.
(variación 5)
El amor puede ser una tempestad. A veces es una maldición. Ella engordó por culpa del amor y no dudó de terminar su relación amorosa con el amante cuarentón que amaba y que la amaba para no morir por el peso opresor de las carnes abundantes que le originaba el amor. Él se tiró a los mares de la soledad con el fin de ahogarse.
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(2006)
Juan Antonio Carazo es poeta y crítico literario, miembro de la diáspora nicaragüeña miamés en Florida, EE.UU.
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