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Soliloquio del enterrado

Dagoberto Santillana | | Artikel drucken
Lesedauer: 3 Minuten

La luna en su inabarcable lejanía
es testigo, está noche, de historias
de cazadores terribles de sorpresas,
de pudientes náufragos encalvecidos,

de señoras fastidiadas de sus maridos,
de parejas casadas, cuyos platos se tiran,
de viejos y viejas que se pellizcan las nalgas
y de suicidios, atentados, sucesos infaustos, —

Imagino el color verde de la naturaleza
verde de piel de sapo, verde de corazón
que encantaron vientos de robles y pinos
o de corazón-hongo, cuya alga-amante busca.

Dialogando Paginas Enterrado - Foto: Quetzal-Redaktion, Edwin EschweilerNo me olvido de que el color anaranjado
es el color que niega al olvido
y que el color rojo es el primer color
del espectro solar y el de las pasiones exaltadas.

Sé de muchachos jóvenes maleducados
que se reunen para venerar sus marturbaciones
y de muchachas vestidas de máscaras
que seducen a la cópula carnal.

Sé de fumadores de marihuana y hachís
que se duelen de sus pasiones insatisfechas
y de pájaros picudos, comelones de vísceras,
y de desenterradores incansables de verdades.

Sé de flacos que juegan con dos barajas
y no tienen miedo de perder el alma
y de tenedores polvosos de libros
y de viejos escamosos, narradores de cuentos.

Sé de mestizas meretrices habladoras,
cuyas lenguas lamen cuerpos con líneas,
y de brujas, cuyos mejunjes son efectivos
para vivir ensueños amorosos y ardentísimos.

Sé de microorganismos que se reproducen
cada segundo y viven una eternidad.
También sé de un sinnúmero de leyendas
de fantasmas, seres, animales y cosas.

Entre mis vecinos hay quienes son raíces
de plantas perennes y suceden sin mudar de lugar.
O quienes salen a pasear y gozan de asustar
a las personas que gustan de callejear.

O quienes no besan el azote de la monotonía
y pierden el tiempo en llantos lastimosos,
algunos de ellos coleccionan infinidades
o cuentan y se venden las estrellas entre sí.

O quienes execran de las bazofias
de este reino de sombras y de arcanos,
seres despreciables de alas cortas y colas largas,
descoloridos y hediondos a metano o amoníaco.

Hay que decir que esos seres despreciables
fueron políticos o soldados o verdugos
o criminales o sacerdotes corruptos
y están aliados a las fuerzas obscuras del mal.

Yo soy de quienes hablan consigo mismo.
¡Ah!, está noche, testigo de amores prohibidos,
intranquiliza exorbitantemente mis soledades
y mis huesos tienen un color amarillo de agonía.

(1997)

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Bildquelle: Quetzal-Redaktion, Edwin Eschweiler

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