En realidad, toda nuestra historia está por escriibirse, pero particularmente importante es la de la nación guatemalteca con sus diversas vertienntes y momentos históricos, con las causas y efectos de estos ciclos de modernización que plantea el análisis de Riekenberg.
Indiscutiblemente es una historia compleja y difícil, sobre todo, porque la modernidad liberal postuló -bajo el signo de la dictadura-laamalgamadelanacionalidadapartirdelanegacióndelosgruposindígenas,una-una la amalgama de la nacionalidad a partir de la negación de los grupos indígenas, visión que no sólo le escamoteaba al país de sus raíces más valiosas, sino que creaba una situación de permanente conflicto étnico, tal y como lo evidencia la vida diaria de la Guatemala de nuestros días. Por ello, la historia de Guatemala es también una historia de traumas, que debe de ser escrita no sólo en aras del conocimiento académico, sino para conocer a profundidad condiciones y circunstancias en que surge y evoluciona el connflicto étnico y social, y así poder plantear posibles alternativas para su solución.
Es decir, de lo que se trata es de escribir una historia no oficial y legitimadora del estado de cosas, sino escudriñadora de traumas y conflicctos que se esconden detrás de gestas como la de 1821 y 1871. Pero, en nuestro caso, también necesaria como memoria viva actual, catarsis que ayude al reencuentro y la convivencia entre los sectores más humildes y mayoritarios, diviididos hoy por aberraciones racistas creadas y mantenidas por esa obscura noche del colonialismo y neo-colonialismo que, al final de cuentas, es el devenir de nuestro país hasta la actualidad. Como cualquier otra, la historia guatemalteca se encuentra en constante construcción, pero en nuestro caso se trata también de una historia incompleta en el sentido de que los déficit de lo social la agobian.
Imcompleta también por las frustraciones que arrastra, como lo constituye el propio movimiiento liberal de 1871 como proyecto libertario y democrático o el revolucionario de 1944 a 1954, abortado por el intervencionismo norteamericaano precisamente por sus metas patrióticas en el rescate de la soberanía mancillada, el primero y único movimiento que conoce Guatemala verrdaderamente modernizador, dentro de los ideaalesde Martí de construir la nación a partir de las propias fuerzas y valores.
III
Lo que predominó entonces en la realidad a partir de 1871, con las posibilidades que ofrecía el nuevo cultivo del café, no fue una modernización con todos sus posibles efectos posiitivos, sino un desmedido afán de enriquecimiennto a costa del pillaje de los recursos del país y de la explotación de su población, en el que participaron tanto la élite local como empresaarios extranjeros, entonces principalmente alemanes. Al referirse al proceso de modernización de la Guatemala de finales del siglo XIX, Riekenberg señala aspectos interesantes de nuestra historia; por ejemplo, la actitud asumida por el capital alemán en la crisis de 1898, crisis que utilizó para apuntalar su propia posición en la economía del país, practicando intensivamente la usura y presión sobre empresarios en quiebra para que vendieran sus bienes a precios ridículos.
En ese marco de la sociedad liberal agroexpor-tadora surgieron situaciones ambiguas entre la élite guatemalteca y el empresario extranjero, similares a los choques y resentimientos de tiempos coloniales entre criollos y peninsulares; pues, para el extranjero el empresario guatemalteco fue visto como un ser haragán, de poca confianza y sin eficiencia,[27] mientras que en el guatemalteco se formaron sentimientos de inferioridad, encono, mezclados con servilismo y envidia como producto de su endiosamiento de lo externo y su función de vasallaje en la enagenación del país frente al capital extranjero. Pero al igual que en tiempos coloniales entre criollos y peninsulares, a ambos grupos los unía el hecho de pertenecer al final de cuentas a una misma élite dominante que vivía del trabajo de indígenas y mestizos pobres, compartiendo tammbién iguales prejuicios raciales frente a los inndígenas, a quienes, según ellos, era preciso: “… acostumbrarlos a la sumisión, para lo cual es indispensable usar de algún rigor, porque esa es la condición desgraciada de esta raza, como consecuencia del salvajismo en que se les ha mantenido.” [28]
Esa situación prevaleciente en la élite cafetalera tenía que reflejarse también en la cúpula del poder, con un presidente fantoche a los intereses externos, alabado y condecorado de tiempo en tiempo por las potencias colonialistas para que la dictadura extranjerizante velara de sus intereeses económicos y estratégicos en la región, como sucedía principalmente con el caso de Alemania y Estados Unidos. Así, Rafael Carrera,quien con la vieja élite colonial impuso en Guatemala un régimen teocrático, recibió del Papa Pío IX en 1853 la condecoración Caballero Gran Cruz de San Gregorio Magno, por la „…sincera adhesión…hacia la Santa Sede, y su ardiente celo por la defensa de la religión católica y sus intereses.“ [29] La Reina Victoria de Inglaterra le obsequió también una espada valiosa y lo halagó con su “amistad”; posteriormente la pootencia colonialista despojaría a Guatemala del territorio de Belice a partir de la Convención de límites de 1859 celebrada durante su régimen. Medio siglo después, en 1904, Estrada Cabrera fue condecorado por el Emperador de Alemania con la Gran Cruz de Primera Clase del Águila Roja como premio a su actitud lacayuna frente a los intereses alemanes en Guatemala. Según la información que proprociona Riekenberg, la actitud asumida por los cafetaleros alemanes durante la crisis de 1898 fue denunciada como desleal y ventajosa por un periódico local, lo que le significó que fuera clausurado de inmediato por el dictador Estrada Cabrera, a petición del cónsul alemán.
En realidad, ¿vivió Guatemala en ese tiempo procesos de modernización? o, como se dijo, ¿fue simplemente el caso de la adaptación de las estructuras económicas, políticas y sociales del país a las necesidades del sistema agroexportador? Por el régimen sociopolítico que se immplantó, que hizo de lo “liberal” y de la representabilidad burguesa simple fachada de un orden dictatorial ominoso para el mantenimiento de formas de trabajo semiesclavas, sabemos que se trató de una modernización de corte oligáquico, que además de agudizar la polarización entre pobreza y riqueza afirmó la visión racista que dividía a la sociedad en indígenas y ladinas, donde el primero debía desaparecer en aras de la unidad y el progreso de la nueva nación cafetalera. En esa forma, cobraron nuevo vigor viejas aberraciones que arrastraba la sociedad guatemalteca desde tiempos coloniales, originadas en la enajenación externa del país, que la administración liberal llevó al extremo como condición de progreso. Martí, figura señera en el afianzamiento de una identidad latinoamericana, advirtió contra esa tendencia extranjerizante que desvalorizaba lo propio, teniendo en mente el caso de Guatemala: “… y no habría que volver con tanta ansiedad los ojos a tierras extranjeras, en demanda de brazos y aptitudes, que con habilidad y blandura podríamos conseguir en nuestras propias tierras”[30}. Sin embargo,enajenación y vasallaje hacia el exterior fue lo que se impondría al final en Guatemala con toda su fuerza, como se evidenció con el gobierno de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) frente a los Estados Unidos, una política que trataron de romper en forma patriótica pero infructuosa los gobiernos revolucionarios de 1944 a 1954, y que permaneecería invariable hasta nuestros días.
Así, la herencia de la modernidad cafetalera significó el afianzamiento de una élite cuyo poder descansaría en dos fuentes: en la explotación desmedida de la mano de obra de indígenas y ladinos pobres, y en la entrega del país y sus riquezas a transnacionales norteamericanas como la United Fruit Co (UFCO) y la Internaacional Railways of Central America (IRCA), a las que se cedieron no sólo grandes extensiones de tierra, sino prácticamente la soberanía del país con la celebración de contratos sumamente lesivos para Guatemala. Además de las señaladas, otra característica de esta élite ladina fue la extrema corrupción que le imprimió al Estado y sus instituciones, pues no se le promovió como ente encargado de cumplir funciones públicas de interés general, sino como instrumento para generar riquezas en favor de intereses particulaares -característica también de raíz colonial- y para asegurar el mantenimiento de un régimen sociopolítico parasitario, que constituye hoy por hoy el mayor obstáculo que enfrenta Guatemala en su desarrollo.
Residencia y centro político de la élite agroexportadora, la ciudad capital fue también impactada por el proceso modernizador; con los frutos del negocio del café élite y gobierno se dieron a la tarea de modernizarla, construyendo por ejemplo el pomposo Paseo de la Reforma. De todos modos, siguió tratándose de una ciudad poco funcional; con un pésimo sistema de abasstecimiento de agua y drenajes que afectaba seeriamente la salubridad de sus habitantes [31].
En realidad, secuela de esos años de “modernización”, la ciudad capital se convirtió cada vez más en un centro segregado entre pobres y ricos, con creciente prostitución callejera y alta mortalidad infantil, todo ello como expresión de las pésimas condiciones de vida imperantes [32].
Años atrás José Martí ya había afirmado: “Un progreso no es verdad sino cuando invadiendo las masas, penetra en ellas y parte de ellas…” [33];y es que el patriota cubano había sido testigo de los procesos que vivió Guatemala con la economía cafetalera, y por eso mismo pudo señalar las bases a partir de las cuales se podía dar una política progresista para Guatemala y su población.
Como señalamos, Riekenberg se ocupa con el estudio de la ciudad de Guatemala sobre todo a partir de la proclamación de la independencia en 1821, en el contexto del cambio que se produce a su interior con la pérdida del vínculo con la metrópoli, interesándose por la manera y condiciones en que se estructuran órganos de control público como la policía y el ejército y el efecto que tienen sobre todo estos fenómenos del siglo XIX,como el caudillismo. Con ello,como lo señala en la introducción, busca también conocer las raíces históricas de la situación prevaaleciente en la Guatemala de hoy, donde el Estado y sus mecanismos de control no son garantes de seguridad, estabilidad y orden, sino al contrario fuente de represión e inseguridad para una pooblación que vive en un clima de constante vioolencia política que provocó entre 1954 y 1986 cerca de 150,000 víc timas entre desapareciidos, torturados o asesinados. El autor se ocupa principalmente con las vicisitude s de la formación de un cuerpo policíaco en la ciudad de Guatemala, en períodos de crisis política y largos años de guerra civil y dictadura como lo fueron el siglo XIX,pero también el XX. Compuesto en su mayor parte de los estratos más bajos de la sociedad (delicuentes comunes, etc.) la policía se caracterizó desde el inicio por la impunidad y la arbitrariedad, y no precisamente como fuerza disciplinada que debía velar por el mantenimiento del orden público. Riekenberg se pregunta el motivo de utilizar este tipo de fuerza pública que infunde terror y miedo en una población indefensa y, como respuesta, se alude al débil desarrollo institucional de la época. Sin embargo, no se debe olvidar que la arbitrariedad que caracteriza a la policía urbana -al igual que sucede con el Corregidor o el Jefe Político- no es más que fiel reflejo de la que ejerce el propio poder central.Son conocidas las arbitrariedades cometidas por Rafael Carrera o Justo Rufino Barrios, al igual que la práctica de este último de utilizar delicuentes comunes para controlar a sus enemigos políticos, lo cual generalizó más tarde Estrada Cabrera como base del régimen político dictatorial que impuso, como lo señalaron testigos de la época [34].
En el trabajo de Riekenberg se hace también referencia a otros fenómenos interesantes, por ejemplo a pugnas y rivalidades entre el ejército y la policía, aspectos estos, como otros de la vida urbana de la ciudad de Guatemala, hasta hoy todavía poco estudiados. En nuestra opinión, en el marco de un poder político fuertemente cenntralizado como el establecido a partir de 1871, tales rivalidades probablemente no tuvieron maayor significación, originándose sin duda en un aparato estatal poco diferenciado y definido en sus distintas funciones; ya que como lo señala Riekenberg, un cuerpo policíaco profesionalizaado sólo se intenta construir a partir de 1899 con la asesoría de un oficial norteamericano, aunque sin mayor éxito. En realidad quien decidía la vida pública de la ciudad en todos sus aspectos, era un poder central dictatorial, pues la municiipalidad no disponía de ninguna autonomía en el ejercicio de sus funciones, tal y como se quejaron sus miembros en los años de Reyna Barrios, cuando el municipio de Guatemala contó con algún poder de decisión. El dictador de turno -el “General Presidente” o “Benemérito de la Patria”, según los casos- decidía en forma absoluta la actividad de la Municipalidad, instiitución desde la cual Jorge Ubico lanza su reeelección en 1937, al igual como lo había hecho anteriormente Estrada Cabrera. En relación al fenómeno del caudillismo, son también intereesantes las comparaciones que establece Riekenberg entre Rafael Carrera y Justo Rufino Barrios. Según él, Barrios personifica al caudillo de la época, no así Carrera. Esto es polémico; producto de un movimiento del campo contra el grupo dominante de la ciudad capital, en un contexto de guerra civil desencadenado con el rompimiento colonial, Carrera implantó un sisstema de dominio político a lo largo de treinta años, a partir de su capacidad militar y ascenndencia personal de caudillo agrario, sin utilizar mayor infraestructura institucional, a no ser las fuerzas de ocasión capitaneadas por cabecillas del grupo mestizo que lo apoyó desde el princiipio hasta el final y, desde luego, con el apoyo de la iglesia y una élite conservadora de origen colonial. Barrios, como también lo señala Riekenberg, fue el caudillo que inició la moderniización oligarca del país, principalmente con la institucionalización de un Estado centralizado que tiene su mejor instrumento de dominio en el ejército profesionalizado, en cuya fidelidad y adhesión descansarán las dictaduras guatemalteecas hasta nuestros días.
Guatemala comparte con el resto de América Latina todas las características de un país sub-desarrollado y dependiente, producto del vasallaje e influencias de distintos colonialismos a lo largo de su historia; pero es igualmente un país atípico, uno de los menos “europeizados” del continente, con una densa población indígena que no sólo logró sobrevivir el choque de la conquista, sino que a lo largo de un duro camino de luchas y resistencias, de acomodaciones y sincretismos, ha ido construyendo una propia historia que le imprime a la sociedad guatemallteca de hoy características socioculturales y políticas muy especiales. Por todo ello, Guatemala es interesante para ser estudiada desde la óptica elegida por Riekenberg; y en este sentido felicitamos el aparecimiento de su libro que viene a constituir un aporte, ante todo por el intento de analizar a nuestro país bajo aspectos hasta hoy no tomados en cuenta. Pero para poder avanzar en esta línea de trabajo, necesitamos realizar todavía bastante investigación de archivo que aporte el material empírico indispensable para el tipo de análisis e interpretación que sugiere Riekenberg. El propio autor nos advierte, al señalar las limitaciones del modelo de Elias, que para poder entender la historia guatemalteca falta mucho camino que recorrer, no sólo en la búsqueda de nueva información, sino también construyendo nuestras propias categorías, lo que nos trae a colación las viejas palabras de Mefistófeles, que toda teoría es gris frente al verde, cambiante y rico árbol de la vida.
[27]Para información al respecto léase:Los alemanes en Guatemala,1828-1944 de R. Wagner: Editorial IDEA, la Universidad en su casa, Universidad Francisco Marroquín, 1991.
[28] Castellanos Cambrones,J.: Café y campesinos en Guatemala.1853-1897. Guatemala, Editorial Universitaria,
1985, p.221.
[29] Hernádez de León, F.: El Libro de las Efemérides (Capítulos de la Historia de la América Central).Guatemala, Tipografía Nacional, Tomo III, 1966,p. 388.
[30] Reflexiones destinadas a preceder a los informes traídos por los Jefes Políticos a las Conferencias de Mayo de 1878. En: Martí, J.: Obras Completas. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, Tomo VIL, p.168.
[31] Léase: Memoria de la Municipalidad de Guatemala. Guatemala, Tipografía de “Sánchez y de Guise”, 1893, p.41.
[32] Léase: Memoria en que el Secretario de la Municipalidad da cuenta a la Corporación de 1900 de los trabajos
verificados por la de 1899. Guatemala, Tipografía de Arturo SiguereyCia., 1900.
[33] Reflexiones destinadas apreceder a los informes traídos por los Jefes Políticos a las Conferencias de Mayo de 1878, p. 166.
[34] WyldOspina, C.: El autócrata.Ensayo Político-social. Guatemala,Tipografía de Sánchez Guise, 1929.