Hay ocasiones en que el quehacer poético es una actividad fatigosa, ya sea por que la intención espiritual no es creativa o ya sea por que las ideas faltan o las palabras no tienen intensidad. La actividad creativa es voluntariosa, poco o nada es la influencia que pueden tener el deber y la obligación en la voluntad del creador. La perseverancia es relativa en ésta: es necesaria para la conclusión de una obra poética y perniciosa para el quehacer creativo. La actividad creativa necesita de una experiencia literaria y vivida. En tanto estos elementos estén dados, la creación es automática. El poema es la expresión literaria del espirítu, cuyos versos reflejan una experiencia literaria y vivida, la calidad depende de la capacidad y el nivel cultural del autor. La historia de la poesía muestra que la obra poética de un poeta tiene niveles diferentes de calidad, pese a la unidad —no cuentan gustos o pareceres, pues un poema gusta más sucede que no tiene calidad literaria y, caso contrario, no gusta y sucede que alcanza una calidad sobresaliente. Independientemente, cada autor anhela una obra homogénea con respecto a los valores del conjunto de sus propiedades literarias inherentes, esto no significa que no tenga temas, formas y grados de complejidad o sencillez diversos. La creación poética automática o deliberada se subordina a los valores literarios, cuya calidad determinan. No todo autor es crítico con su obra personal, para algunos es difícil o imposible aceptar que una parte de su obra es mediocre. Hay escritores que tienen una obra numerosa en cuyo interior pueden encontrarse partes bellísima y de excelente calidad y partes malas y muy malas —pienso en Pablo Neruda, por ejemplo. El poema creado por automatismo no está excepto de una correctura que lo ratifique o lo transforme en otro poema o lo condene a ser eliminado. La autocrítica es importante en el quehacer poético, de ésta depende el sino de la creación, a saber, una de las tres posibles alternativas escritas con anterioridad.
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