Aquella noche, casi la mitad de los astrónomos del mundo estaban mirando al cielo. Los demás no, porque en sus países era de día y ellos aprovechaban para dormir, o porque en sus sitios el cielo estaba nublado, y entonces pasaban el rato tomando café y conversando. Los que estaban atentos se sorprendieron de ver que los astros, de repente, cambiaron de rumbo…
Aquella noche, y después de estar durante siglos preparando la trayectoria perfecta, Orión disparó finalmente su flecha. Pero para entonces, Leo se había desplazado ligeramente en el cielo nocturno, y la flecha terminó alojándose en la pata trasera del Can Mayor, provocándole una dolorosa herida. Afrodita, igual que lo hubiera hecho cualquiera que amara a su mascota, corrió angustiada a auxiliar a su perro, y esa noche llovieron sus lágrimas como Perseidas sobre la tierra. El perro se salvó, y desde entonces, como lo haría cualquier mascota agradecida, la sigue a todas partes.
Lo único que los científicos entendieron desde la tierra fue que aquella noche los astros, por alguna razón, decidieron saltarse las normas.
07/06/2015
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Bilquelle: [1] Luis Teodoro Sanz
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