Casimira del Santo Sacramento y Enriqueta Guadalupe fueron Diablos morenos y ángeles cachetones en la infancia de Antonio José Gámez Zohar. Ellas, poco menos de dos años menor que él, lo apodaron primero Gato Félix, después Cara de garrobo, más tarde Cara de vieja y, por último, Carita de puta. Se burlaban de él, los pormenores de sus burlas fueron consecuencia de su cariño indescifrable. Venían a verlo cada y cuando que él visitaba la chacra de María de la Cruz Urbina Zeledón de Meléndez, la empleada de su casa paterna cuyo cariño le prodigaba, y no permitían que nadie más que ellas jugara con él y, a escondidas, lo golpeaban o pellizcaban o se soplaban la nariz, utilizando sus manitos sucias, y se limpiaban sus dedos en sus ropas o le metían arañas o insectos en las bolsas de su camisa o le quitaban juguetes; ellas decían a sus padres que él se los regaló, si acaso uno de ellos las vieron con éstos, y él les aseguraba que era cierto; más tarde, un poco crecidas, pedían a su hermana María de la Cruz que permitiera a él que saliera con ellas; si ella se lo permitía, lo llevaban a las lomas o montañitas de los alrededores, se escondían, dejándolo solito, y él se afligía pues no sabía ¿cómo regresar a la chacra? o lo amarraban a un árbol y lo desataban cuando él les aseguraba una recompensa monetaria que se las pagaba cuando venía de nuevo de visita o lo obligaban a correr hasta sacar la lengua. Nunca delató sus maldades pues no eran maldadosas sólo, gracias a ellas aprendió los nombres de muchos pájaros, ellas arremedaban algunos de éstos con perfección, o los nombres y cualidades de un sinnúmero de árboles y plantas, también lo llevaban al río y lo metían desnudo en éste o montaban en caballo y los hacían correr con furia o lo ponían a resolverles sus tareas escolares. El cuerpo de ellas se tranformó de manera extraordinaria poco antes de cumplir los doce años, ya parecieron mujeres adultas: Enriqueta flaca, empero sólida y Casimira un poco más pequeña que su hermana, corpulenta; las tetas de Casimira eran más grandes que las de Enriqueta, que las tenía bien hermosas, y la dimensión de su trasero alcanzaba una medida colosal, ella atraía más a Antonio José. Asimismo se acentuaron los rasgos físicos y personales de ellas: Enriqueta tristona, romántica, no acostumbraba pronunciar malas palabras, educada, delicada en el trato, mimosa, con la cabeza vacía de ideas, haragana, ingenua y muy pacífica; y Casimira alegrona, habladora, mal hablada, malcriada, regañona, tosca, con numerosas de ideas en su cabeza, trabajadora, hipócrita y revoltosa. Ellas no se le acercaban ya a menudo, lo veían como un chavalito, además tenían asignados más quehaceres en la chacra y sus intereses eran otros, mas le quitaban dinero y, de cuando en cuando, lo llevaban al río, si iban a lavar, y él las veía lavar y bañarse, se las comía con la vista, las combinaciones se les pagaban a los cuerpos y lo demás lo agregaba su imaginación. Cierta vez, ya él contaba diez años de edada, la joven habladora, mal hablada, malcriada y regañona se le metió en la cabeza divertirse con él, lo desnudó y lo metió en el agua, lo zambulló varias veces y casi lo ahogó. La joven tristona, romántica y delicada en el trato la detuvo y lo sacó del agua, lo acostó sobre el suelo y empezó a calmarlo, sobándole la cabeza. Su hermana afirmó que había otra manera de calmarlo y manoseó sus partes naturales, se rió con ganas y se asombró de lo rígido del animalito del jovencito.
»Ve, pues Queta, Carita de Puta es machito, su culebrita está grande y durita.«
Él, apenado, trató de tapar su animalito valiéndose de las dos manos, empero la joven corpulenta se lo impidió sujetándolo con fuerza.
»Déjame en paz, por favor, necia, pervertida, voy a llamar a Crucecita y le contaré lo mala que eres si no me sueltas.«
»¡Ah! La Boa está bien largo y no podrá oírte. ¡Jajay! ¿Qué crees Queta, es un hombre ya o no?«
La joven flaca y sólida tocó el animalito, lo apretó con una de sus manos y lo miró en tanto lo movió de izquierda derecha.
»Pues, ¿quién sabe?«
La joven Zeledón Urbina lo soltó y el joven Gámez Zohar no se movió.
»Que dices Queta, ¿hacemos aquello con Carita de Puta? Quiero probar eso y saber: ¿qué se siente?«
»No sé, si está hombrecito puede ponernos un niño en la barriga y nos joderá.«
»¡Ah!, y eso qué importa. Su padre tiene plata y nos mantendrá, si parimos sus nietos. Además, ¡qué más vamos a querer!, tendremos chavalitos blancos y ojitos gatos como Carita de Puta.«
»Pero no creo que él se case con nosotras.«
»¡Y a quién le preocupa eso! A caso la mayoría de la gente de aquí se casa. Papito Lalo y mamita Tana no están casados.«
»Sí, pero viven como casados desde hace muchos años.«
»¡Ah!, te come el miedo y te matan la ganas. Yo probaré, ¿cómo es eso con Carita de Puta?«
»Es cosa tuya, yo no haré eso.«
— Y él y la joven habladora, mal hablada, malcriada y regañona perdieron sus inocencias.
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